sábado, 7 de agosto de 2010

Navegando, disfrutando y nuevos problemas (y II)

Lo prometido es deuda, quedé en contaros el problema grave que me surgió. Finalmente, todo quedó en un susto, pero durante algunos momentos, temí por el barco. Aquél día salimos mi hermana, mi hijo, el de 9 años, y yo. Había olitas sobre 1 metro, algo más quizás y viento normal, no demasiado fuerte. Salimos con normalidad, un par de borditos y salida hacia la bahía de cádiz, los tres en la misma borda, pero sin tener que hacer demasiado esfuerzo por mantener el barco adrizado, íbamos de ceñida a buen ritmo, con oleaje por la amura. De pronto, ya casi a media distancia entre Cádiz y Puerto Sherry, observamos la cantidad de agua que llevábamos dentro del barco, y lo que es peor, que subía rápidamente. Busqué y encontré rápidamente el origen: la supuesta salida de agua situada en la popa, que habitualmente llevo pegada con cinta americana y una radiografía, se había despegado y entraba el agua a borbotones. Rápidamente viramos, poniendo rumbo a Puerto Sherry. Intenté desplazar nuestro peso lo más a proa posible, para dejar esa parte de la popa lo más fuera del agua posible, pero era inútil; por un lado, esa salida está a ras del piso del barco y el oleaje, que ahora nos cogía de popa, nos seguía metiendo agua dentro, por otro lado, al habernos situado a proa, junto con el agua que ya embarcábamos, en las caídas clavábamos la proa y nos entraba también agua. No era la solución. La cambiamos. Vaciamos una pequena nevera y se la pasé a mi proel para que achicara, sujetando yo el foque y la mayor. Con la otra mano, sujeté la radiografía, que hacía de cierre y se había despegado, contra la popa y en ese difícil escorzo, con el cuerpo controlaba el timón. Los que habéis navegado, sabéis lo inestable que es la empopada con olas, más aún con todo el peso que desplazábamos ahora. Cerrada ahora, prácticamente, la principal vía de agua, y poco a poco achicando, intentando mantener el rumbo, no me quedé tranquilo hasta ver que el nivel del agua no subía, incluso descendía. Paulatinamente, el faro de Puerto Sherry iba aumentando de tamaño. Mi hijo, que habitualmente navega sólo en un Taz pero que no le gusta el 420, no protestó en todo el proceso, al menos no lo recuerdo. Al principio intentó achicar él, pero no sacaba la suficiente agua. Mi hermana hizo una importante labor, de la que tuvo agujetas durante varios días después. Yo estaba en difícil y doloroso escorzo, el brazo me molestaba con el timón cuando tenía que corregir el rumbo hacia estribor, pero al menos, la tranquilidad de ver que no perdíamos el barco, a la vez que llegaríamos a tierra sin novedad, me hacía aguantar ilusionado.
Llegamos sin más novedad, pudimos volver a pegar la radiografía con cinta americana y volver a salir, pero temimos reproducir la llegada de Jack Sparrow a puerto, asomando sólo parte del mástil.

Buen viento y hasta otra.